Proyecto financiado parcialmente por la Fundación Gonzalo Río Arronte
La llegada del Virus del Nilo al hemisferio occidental en 1999 (Nash, 2001) ha provocado un amplio análisis con respecto al futuro potencial de esta enfermedad emergente en esta región y en el mundo. Aunque hasta ahora el objetivo principal de dichos análisis se han enfocado a las implicaciones en el ámbito de salud pública, la introducción del virus en un sistema biológico nuevo que presenta varias especies vector y reservorio potenciales, ofrece una oportunidad fascinante para el estudio del desarrollo e integración de sistemas infecciosos. Las especies potenciales de mosquitos vectores que pueden o no transmitir el virus de un hospedero a otro han sido estudiados a detalle (Bernard, 2001; Nasci, 2001; Sardelis, 2001; Sardelis, 2001; Turrell, 2000; Turrell, 2001). En cambio, las especies de aves que sirven como hospedero del virus han recibido relativamente poca atención (Swayne, 2000; Swayne, 2001; Komar, 2001; Komar, 2001), aunque están en desarrollo algunos estudios sobre la viabilidad de algunas especies como reservorios (Komar, 2001; McLean, 2002) (N. Komar, pers. comm.). Sólo existe un trabajo publicado en el que se analiza el papel de las aves en la propagación del Virus del Nilo en el hemisferio occidental (Rappole, 2000). Sin embargo, debido a que este estudio se publicó cuando recién se había detectado el virus en los Estados Unidos, se basó en varios supuestos acerca de especies de aves como potenciales reservorios del virus que resultaron incorrectos y, por lo tanto, debilita sus argumentos de discusión. El papel que juegan las aves en la propagación del Virus del Nilo, sin embargo, amerita mayor atención. En el hemisferio oriental, se sospecha que las aves migratorias transportan al virus (Ernek, 1977; Nir, 1967; Watson, 1972), aunque la evidencia directa es escasa. Por otro lado, el papel de las aves como agentes transportadores a largas distancias y vectores de dispersión del virus en el hemisferio occidental ha sido explorado y probado de manera preliminar en los Estados Unidos por A. Townsend Peterson y sus colegas (Peterson et al., sometido) este estudio sugiere que las aves migratorias están fuertemente implicadas en la propagación del virus en esta región. |