En nuestro país, los crustáceos constituyen un grupo de artrópodos que a excepción de las especies de importancia comercial, carecen de un conocimiento actualizado, que nos permita conformar una idea clara sobre su diversidad, abundancia, distribución y el papel que juegan dentro de los ecosistemas marinos, donde por su riqueza específica, integran una de las comunidades más importantes (Coull y Bell, 1986), tanto en el aspecto trófico, al constituir una parte significativa en la dieta de aves, peces, tortugas y mamíferos marinos (Warner, 1979; Crane, 1975), como en el ecológico, al competir por el espacio y alimentos disponibles en los diferentes ambientes talásicos y continentales (Abele, 1974 y 1976; Brusca, 1980), e incluso en el biológico, por las asociaciones que establecen con otros organismos (Ross, 1983).
A pesar de esta importancia, de los 27 órdenes de la Superclase Crustacea, que posiblemente se distribuyen en México, sólo se cuenta con información moderada del Decapoda (camarones, cangrejos ermitaños, langosta, jaiba, langostino, acocil, etc), del Stomatopoda (camarón mantis) y del Isopoda (cochinillas de la humedad), y en mucho menor grado del Amphipoda, Copepoda y del Mysidacea, o sea que se desconoce más del 70% de la carcinofauna que se distribuye en los litorales y cuerpos de agua continentales mexicanos.
En los últimos años varias instituciones de investigación han incrementado sus esfuerzos para la realización de estudios regionales sobre este grupo, que eventualmente nos conducirán a la conformación del inventario nacional de los crustáceos. Sin embargo, en el presente , aun quedan grandes extensiones de los litorales de México, que carecen de información actualizada sobre estos artrópodos y en donde sería de gran importancia iniciar proyectos carcinológicos, debido entre otras cosas, a la poca perturbación que hasta ahora ha sufrido su zona costera.
En el Pacífico de nuestro país, la costa de Nayarit, podría destacarse como una región con escasa información sobre su carcinofaua y en donde las zonas costera así como litoral, no han recibido un impacto profundo por el crecimiento desmedido de los poblados ribereños, por contaminación urbana o industrial, o por la construcción de grandes complejos hoteleros. La realización de un estudio como el que ahora se propone, daría la oportunidad de tener información carcinológica de ambientes relativamente prístinos y con ello completar el conocimiento sobre los crustáceos, en una porción de la costa occidental de México que resalta zoogeográficamente por la confluencia de las provincias Panámica, Mexicana, Corteziana y Californiana.
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